8 de marzo de 2018

#8M

Son las nueve de un jueves 8 de marzo. Subo al colectivo. El segundo de la noche, el que me va a dejar en mi casa. El cansancio de la jornada, más un dolor fuerte de cabeza, de seguro, hace que mi gesto no sea el más agradable para la vista de los demás.
Saludo al chófer y le digo hasta dónde voy.
Son las nueve de la noche y mientras recorro el principio del pasillo, levanto la vista y veo una mujer con un pañuelo verde en el cuello. Sonrío. Sonrío para adentro porque el dolor de cabeza no me deja exteriorizar la sonrisa. Grosa, pienso. Tiene una inscripción en el pecho hecha con marcador negro. Conversa con otra mujer que también tiene un pañuelo verde. Grosas, vuelvo a pensar.
Enseguida empecé a buscar en todo el colectivo más mujeres de verde. Tres. Cuatro. Seis. Muchas. Cómo un hilo verde que se extiende hasta la parte más honda del colectivo. Cómo un río que viene.
Sé que este colectivo viene del centro de la ciudad. De la plaza más grande del país. Sé que la plaza hoy se inundó. Desbordó. Un mar de mujeres desbordó el centro de la ciudad. Un mar bravío, que sacude con fuertes olas la realidad. Que quiere sacudir con furia un presente que las aplaca, las aplasta, las mata.

Los estruendos de las olas se escuchan por todo el mundo. Y la decisión es una: ya ninguna se calla.
Son las nueve de la noche y de seguro, los ríos de mujeres que provienen de ese mar, están recorriendo las arterias de la ciudad. Las veo y me contento. 

Me pregunto qué es mi contentura. Orgullo, me respondo. Orgullo.
Sus rostros muestran alegría. O satisfacción. Irradian la emoción y la adrenalina de la descarga, de la explosión, de sentirse libres y vivas. Juntas. Unidas.
No puedo evitar pensar en las mujeres de mi vida, en el taller que hicimos en la escuela, en las estudiantes con las que trabajo. En los # que leí los últimos días. Los lemas. Las consignas. Las deudas. Las conquistas. Todo lo que falta.
No puedo evitar pensar que la lucha colectiva, organizada y en la calle, es la única capaz de transformar y doblegar una realidad que agobia.
No puedo evitar pensar en mi hija y el mundo en el que vive, y la imagino en unos años siendo parte de ese mar, el mar de la conciencia social, de la justicia social, la imagino creciendo en un mundo mejor del que me crié yo, porque estas mujeres que hoy inundan las calles de la ciudad están haciendo historia, cambiando la historia, transformando la realidad. 

Gracias a ellas, a su marea desbordante vivimos el comienzo de una mejor sociedad.
mjs


2 de febrero de 2018

Cruzar la línea



Hay líneas que hipnotizan.
La del horizonte en La Pampa.
La línea donde se besan las nubes y el mar.  
Es imposible dejar de mirar la estela de un cometa.
El trazo negro que delinea el borde de los ojos de una mujer.
La línea de humo que dibujó un avión en el aire – ¿de dónde vino?, ¿a dónde fue? – 
Hay líneas que atraen.
La de la onda que se aleja en el lago.
La línea de la ruta que se pierde en el futuro hacia el que andamos.
Es absurdo resistirse a mirar la línea de ese primer garabato.
El cauce de una gota que viaja por el pómulo después de aquel adiós.
La línea de tu sonrisa que reverbera en la mía – ¿dónde estabas?, ¿dónde vamos? –
Hay líneas que encantan.
La del umbral de tu puerta.
La línea que proyecta mi mirada hacia tus ojos.
Es inadmisible no cruzar la línea y envolverme en vos.
Las pinceladas de mis manos recorriendo tu espalda.
La línea de tiempo que hace a nuestro encuentro – ¿nuestro tiempo?, ¿nuestro momento? –

mjs


Allá Lejos



De candados perdidos y llaves sin narices;
de una brújula enterrada, de caminos sin lombrices.
Horizontes que se cruzan y destinos encontrados;
son recuerdos sin memoria, puertas sin nostalgia.

Sequía de ilusiones en las grietas del andar.

De pasos mareados, de huellas sin pasado;
de imágenes liberadas y anzuelos sin carnada.
Pastizales que resisten y un viento bravo que insiste;
son eternos sin tiempo, pasajes sin aliento.

Cosecha de dolores en los pliegues de la piel.

De pinturas olvidadas y pinceles sin imaginación;
de una hoja sin renglón, de palabras sin sabor.
Melodías de aromas y sabores que se asoman;
son relatos de momentos, instantes sin regreso.

Siembra de cuentos para noches sin sueño.

Allá lejos y acá cerca.
Allá en mí y acá...

                                   mjs


23 de enero de 2018

Rocío




Rocío sabe bien su juego y se disfraza con el viento.
Baja con las manos frías mientras acaricia una colina.
Baila como mariposa y suave se posa en una hoja roja.
Cae verde transparente, saluda y sonríe a unos duendes.
Cada flor le abre una puerta, para que duerma su siesta.
Todas las estrellas miran, como una gota loca brilla.
Rocío canta por las noches.
Es fiesta para caracoles.
Por las ramas se desliza, disfrutando de la brisa.
El césped espera inquieto. ¿Cuándo llega su momento?
Un árbol corto se estira. Se estira.
Debe estar llegando el día.
Se despiertan las hormigas, van esquivando gotitas.
Rocío juega bien su juego.
La noche se hace recuerdo.
Plantas, bichos, todo frío. El sol tibio bienvenido.
Ya saben los aromas, el trabajo que les toca.
Hacer que vuelen flores a todos los rincones.   
El sol amarillo abraza a Rocío. Por un rato muy juntitos.
Se despiden con un beso y el amanecer camina lento.
Todo brilla en este encuentro.
Y se dicen hasta luego. 

mjs